lunes, 17 de noviembre de 2014

Podemos o la política fast food.

 

Nadie puede negar que el fenómeno Podemos presenta un indudable interés, aunque sea desde el punto de vista sociológico. Que un partido sea capaz de poner nervioso al establishment político y que "obligue" a los partidos tradicionales a simular una actitud regeneracionista que, francamente, no cuela, resulta, como mínimo, simpático. Por eso me alegré y me alegro de la irrupción de Podemos, un partido al que no voté ni votaré, entre otras cosas por la poca confianza que me inspiran sus principales dirigentes y por la nula esperanza de que su objetivo sea demoler el sistema de partidos sino participar del mismo fingiendo que el mero paso por un taller de chapa y pintura lo convertirá en algo diferente y, eso sí, liderándolo (en otras palabras, mandando). Sin tener intención, como digo, de votarles, sigo sin encontrar los cuernos y el rabo de Pablo Iglesias, como no termino de ver su intención de implantar una dictadura bolivariana. En definitiva, no soy de los del "mejor sigamos con el bipartidismo por lo que pueda pasar" ni de los que han visto la luz con la aparición de Iglesias y sus correligionarios.

Reflejar por escrito lo que uno piensa puede ser útil para valorar la evolución de los propios razonamientos y, de paso, evaluar su validez. Así, ante las penúltimas apariciones mediáticas del gurú podemiano, he releído un artículo que escribí después de las elecciones europeas sobre la formación de Pablo Iglesias y que titulé "Podemos: Eruditos a la violeta" en alusión a la obra de José Cadalso en la que denunciaba la superficialidad, las modas y las apariencias de su época, porque algo de eso veía yo en Podemos y, muy especialmente, en su carismático (¡ay de quien mantenga lo contrario!) líder. Pasado un tiempo prudencial, es momento de constatar si entre lo que opinaba y lo que opino hay o no distancia y, si la hay, cuánta.

Comenzando por mis errores de apreciación, creo que el más considerable fue pensar que lo que defiende Podemos no procede "del conocimiento, de la reflexión o del estudio" sino "del dogma la tertulia y del eslogan". No me equivoqué en todo; sigo pensando que hay mucho de propagandístico en Podemos, pero no falta de reflexión, como creía, sino puro cálculo y estrategia. Si esto mejora o empeora mi opinión al respecto, se verá enseguida. Por otra parte, mi percepción acerca de la soberbia del hoy secretario general de Podemos se ha confirmado y acrecentado. En cualquier caso, no es este un defecto que deba tener una incidencia determinante en la actuación política de nadie, por lo que sirva como ratificación de una sensación personal y nunca como recriminación.

Volvamos a lo que, para mí, es clave en mi valoración de Podemos: la estrategia. Es muy posible que quien lea este artículo pueda pensar que mi crítica es injusta, pues todos los partidos, sin excepción, tienen estrategia. Y no les faltará razón. Pero si critico a Podemos por estratega es precisamente porque Podemos se ha erigido en el partido que, supuestamente, va a responder a las demandas de la sociedad, entre las cuales está, sin ninguna duda, la recuperación de la imprescindible identificación de los ciudadanos con los políticos que les representan. No se trata, pues, de si las propuestas son o no populistas (que, muchas, lo son, pero no más que las del resto de partidos), sino de si se puede esperar de quien admite que sigue una estrategia, igual que hacen los partidos de "la casta", un comportamiento más honesto y que no anteponga la obtención del poder a los principios, las propuestas y la consecución de unos objetivos.

Como tantos conciudadanos, comparto la necesidad de un cambio de gobierno, la necesidad de encontrar alternativas al actual modelo político. Pero entre Podemos y los partidos tradicionales no veo tantas diferencias como quieren hacernos creer. Y no las veo en lo esencial. Desconfío de un partido que dice no estar ni en la derecha ni en la izquierda (Podemos se sitúa, dice, en el "sentido común" -o sea, como Rajoy-). Desconfío de un líder que admite haberse quitado un piercing porque sus asesores de campaña se lo recomendaron. Desconfío de quien habla de "ganar" pero no de convencer a la ciudadanía. Desconfío de quien sustituye las ideas (o las oculta, las matiza, las adapta, las acomoda) por la estrategia. Quien así se comporta no representa otra cosa que la ambición de todo político por alcanzar el poder, no tanto por reformar el sistema o aportar soluciones, como por desplazar a los que ahora lo manejan. Para mí un partido que quisiera ser alternativa y al que pudiera votar debería, primero, definirse ideológicamente; segundo, no tener una estrategia distinta de la exposición de sus principios y sus propuestas; y tercero, establecer un sistema interno democrático. Es probable que esto último sí lo haya conseguido en parte Podemos (controversias aparte), pero lo otro parece haberlo dejado en la carpeta de "tareas pendientes".

Vistas las más recientes intervenciones de Pablo Iglesias, una cosa queda clara: para Podemos, como para los demás, es mucho más importante "el discurso" que "las propuestas", la consecución de adeptos que "el programa", lo que significa, ni más ni menos, que importa más el continente que el contenido, el "cómo" que el "qué". Ya sabemos que no "podemos" fiarnos de los Mariano Rajoy, "Pdro Snchez" y compañía, pero ¿"podemos" fiarnos de quien infravalora las ideas y los principios para centrarse en la venta del producto, como si de marketing se tratara? De acuerdo en que se echa en falta en nuestra clase política (más aún en el "sector tertuliano") el discurso y el razonamiento, pero un discurso basado en el propio discurso, ¿no puede ser, en el fondo, un discurso vacío? ¿no debe un político anteponer las ideas, los principios, las propuestas, a su exposición? ¿no es imprescindible tener unas ideas nítidas, firmes, sensatas, para articular un discurso serio? ¿Debemos valorar solo el envoltorio, votar en función del discurso y no de lo que un partido propone y/o defiende? ¿Basta el cómo se dice para que lo que se dice sea estimable? ¿Es Podemos la versión política del "learning by doing"?

Hablando de "learning", Podemos comparte con los partidos de "la casta" la manía,  a mi entender ofensiva para el ciudadano, de querer ser "didáctico". Un profesor debe serlo con sus alumnos, pues la relación que mantienen no es una relación entre iguales. Pero entre adultos, entre el político y el ciudadano, no debería darse esa desigualdad, máxime cuando está por demostrar que el político sea, por lo general, más solvente intelectualmente que el ciudadano medio. Si Podemos quiere ser algo "distinto", podría empezar por no tratar de idiota al votante simplificando el mensaje hasta el eslogan para que lo entienda, recurriendo a la soflama maniquea y a la publicidad simplista, esto es, a la política fast food.

No es mi intención achacar a Podemos nada de lo que no culpe a otros partidos sino manifestar mis dudas sobre sus presuntas diferencias. Si un partido tiene una ideología (¿qué partido no la tiene? ¿Qué ciudadano?), que la exhiba. Si tiene unas propuestas, que las defienda e intente convencer de su bondad a quienes, en principio, no las comparten, pero que no las modifique para alcanzar el poder. Es legítimo querer gobernar, pero ¿para hacer qué? Apostaron por el impago de la deuda. Discutible, pero legítimo. Ahora ya no. Jubilación a los sesenta (más discutible todavía), prometían. Tampoco lo tienen ya tan claro. No digo yo que las ideas deban ser inamovibles, pero tampoco pueden ser en exceso vaporosas. Habiendo surgido un partido nuevo, con la ilusión que ha generado, entristece que las aspiraciones suenen tan a lo de siempre. Porque sería entendible (incluso, elogiable) que Iglesias reconociera que algunas propuestas de Podemos fueron apresuradas, que se debe profundizar en ellas, meditarlas mejor...pero no es eso lo que escuchamos, lo que leemos, sino que hay que gobernar. Y si para gobernar conviene quitarse un piercing porque así lo sugieren los asesores de imagen, mantenerse en la indefinición ideológica o desdecirse de lo que se planteó en el programa electoral, pues se hace. Por lo visto, en Podemos se debe confiar por una cuestión de fe. O por desesperación. 

Tampoco quiero dejar de valorar lo que de positivo encuentro en Podemos. Ya he hablado del estado de ansiedad en que se encuentran los partidos tradicionales gracias a la llegada del nuevo partido. De entrada, ha supuesto un revulsivo, un terremoto, en apariencia al menos (está por cotejar si Podemos será un partido anti-sistema o un partido "anti-sistema" que vive del propio sistema al que dice combatir). Por otro lado, es obvio que Iglesias da mejor en pantalla que Marhuenda o Inda. Y es de agradecer que, en estos tiempos que corren, alguien sea capaz de afrontar una tertulia con una oratoria digna, que no brillante, y sin gritar ni echar espumarajos por la boca. Hasta ahí, Iglesias, 1/Restodetertulianos, 0. Pero, ahondando un poco, no es difícil cerciorarse de que las formas, indiscutiblemente preferibles las de Pablo, no mejoran por sí mismas el fondo. O dicho de otra manera: expresarse mejor que otro no te concede la razón. Y para convencer no basta con que las formas sean impecables sino que se precisan ideas, contenidos y razones. Y, por encima de todo esto, se hace indispensable la honestidad y el no sometimiento a la estrategia. Este, y no otro, es mi reproche fundamental. No dudo, ya no, de la formación de Iglesias o Monedero ni de sus conocimiento acerca del ejercicio de la política, como no dudo de la capacidad de muchos de sus colaboradores, simpatizantes y votantes. Reconozco, por lo tanto, mi error. Lo que me preocupa es su vaguedad, su habilidad táctica, mucho más que las oscuras intenciones sobre las que algunos intentarnos alertan obsesivamente.

¿Qué debe hacer, entonces, el político honesto: intentar convencer a los no convencidos, ser consecuente y leal con quienes comparten sus principios y respetar a los que no o llegar al poder a base de estrategia? ¿Es compatible lo primero con lo segundo? ¿Cabe la estrategia en la acción política honrada? Lo que me pregunto es si la estrategia, el manejo de los tiempos, el énfasis en uno u otro tema en función de las circunstancias...si esto no es contrario al ejercicio honesto de la política. ¿Es creíble un político que diga que su objetivo es ganar mediante el uso de las "técnicas políticas", consiguiendo el voto de la mayoría, disimulando la ideología, evitando la concreción en los asuntos más controvertidos, modulando las tesis para acomodarlas al momento o a la coyuntura? 

Tal y como yo lo veo, lo primero deben ser siempre los principios, las ideas. Luego viene la coherencia y la honestidad. Uno es ejemplar cuando se comporta de forma coherente con lo que piensa y manifiesta y cuando se conduce de forma honrada. En Podemos están a expensas de lo que sus asesores les aconsejen, como los demás. Como los demás, buscan el poder y defenderán en cada momento lo que les resulte más rentable. Y esto, en mi opinión, es tan dudosamente honesto en estos como en los otros. No cabe, entonces, que Podemos se presente como algo distinto y más decente.

Hay que confiar, dicen, porque en Podemos no hay corruptos. Pero no los hay porque no se ha dado siquiera la posibilidad. Es verdad que no tenemos por qué sospechar que Iglesias, Monedero o Errejón se corromperán cuando toquen poder (si lo tocan), pero ¿por qué hemos de estar seguros de que no va a ser así? No han tenido tiempo de corromperse, nada más. Es como valorar la antigüedad en una oposición. La antigüedad no es un mérito. Sencillamente supone que uno ha nacido antes que otro. El mérito es otra cosa. Y creo que algo parecido ocurre cuando se valora que "los otros" son corruptos (que lo son, muchos de ellos) mientras estos no, infundiéndoles a los "nuevos" un halo de honestidad que se les puede suponer pero que solo sería comprobable si pudiéramos adivinar el futuro. 

Cuando en un político prima el discurso sobre las ideas, las formas sobre el fondo y la búsqueda del beneplácito sobre la coherencia está actuando como el músico que, en lugar de defender la calidad de su trabajo, opta por la vía más comercial con el propósito de ganar más dinero y tener un pronto éxito. Es una opción respetable. Pero, ¿es la más ética?

9 comentarios:

  1. ¿Se acuerda de los anuncios de detergentes en los que el único mensaje era que una señora decía que el de la marca anunciante lavaba más blanco que el de la vecina, o alguna de sus variaciones?
    Aparentemente no nos gustaban a nadie, a todos nos parecía casi un insulto a la inteligencia del destinatario. El problema es que los peritos en la materia, o, como se dice ahora, los expertos, decían que no había nada más eficaz.
    ¿No decimos todos que determinado tipo de programas de televisión son basura?. Bueno, pues resulta que para las cadenas y sus anunciantes las cosas no son así.
    Una cosa que estoy convencido que los de Podemos hacen bastante bien, y a la vista están los resultados, es vender su producto.
    Estoy muy de acuerdo con usted en que Podemos tiene el indudable mérito de haber puesto nerviosos a los demás partidos. A lo mejor me equivoco, pero prefiero pensar que algunas medidas sí que acabarán tomando todos los partidos para parecer y ser menos corruptos, más abiertos a la participación, más transparentes, etc. Al fin y al cabo es una de las causas de que la democracia sea un sistema que puede funcionar: si un partido lo hace mal, puede surgir otro ofreciendo hacerlo mejor, al que la gente votará.
    En ocasiones en que la mayoría de la sociedad está oprimida, un partido al que para simplificar podemos llamar comunista ha alcanzado el poder. A mi me parece en principio muy bien, puesto que puede repartir la riqueza con más justicia y construir una sociedad mejor para la inmensa mayoría de la población.
    Ahora bien, sus dirigentes ¿son perfectos?. Si no lo son, no podría ser que en un futuro llegasen a hacer las cosas de tal modo que la mayoría de la población, de tener libertad, prefiriese retirarles del poder y dar una oportunidad a otros partidos?. Y ahí está el truco: el pequeño problema de los comunistas es que hablan de libertad hasta que alcanzan el poder. Una vez están en el poder acaban con la libertad política. Eso sí, por el bien del pueblo.
    No sólo es que prime el discurso sobre las ideas; puede que esto sea peor en casi todos los demás partidos, es que para estos señores no existe la posibilidad de que otras ideas puedan ser mejor que las suyas. Ellos saben lo que está bien y no contemplan la posibilidad de que puedan estar equivocados. No son unos posibilistas. No quieren oir hablar de realismo. Sabiendo dónde está la verdad, no pueden permitir el error. Tienen fe. En una palabra: son totalitarios. Y lo disimulan bastante poco.
    Me alegro mucho del revulsivo que suponen para los partidos de "la casta". Pero no más ni menos que si Falange tuviese posibilidades de ser el partido más votado.

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    1. Estimado Bacon: ha descubierto usted, sin quererlo, otro de los motivos por los que no congenio con Podemos, pese a disfrutar de alguna forma con las reacciones que se están produciendo ante su ¿imparable? ascenso: parece que no hay dudas de que tienen razón solamente ellos. Si son o no totalitarios, aún no lo tengo claro. Un saludo y gracias por el comentario.

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  2. No lo puedo remediar: a mí estos tipos no me gustan. Los veo algo así como la Falange Española de las JONNS de la izquierda. Tendría mucho sentido que se hablara de "fachas de izquierdas". El tal Monedero tiene una pinta de comisario político que tira para atrás. Igual es que soy un ingenuo pero me creo lo que Antonio Elorza cuenta sobre ellos. No creo que sea una leyenda urbana gestada por fuerzas oscuras lo que el de la coleta soltó en aquella herriko taberna, ni que no sea el hombre de Herrira (la organización de los presos/criminales políticos vascos) en Madrid. Queda muy progre y muy bonito su "¿Quien soy yo para decirle a los catalanes lo que tienen que hacer?", pero obviar que TV3 parece haber entrado en un bucle espacio-temporal que la sitúa en una especie de NODO perpetuo, a cuyo lado el NODO que veiamos de niños en los cines parece obra de Olof Palme; o que el nacionalismo catalán es la misma mierda que el "España, una, grande y libre", pero con alpargatas, calçots y barretina, no me parece demasiado objetivo, sobre todo si pensamos que los jefes de la bandada de todos estos pájaros han salido de la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense.
    Son Zapatero; ese feminismo de género que ha acabado pareciendo un trasunto de "las chicas" beatonas de la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera; el fascismo mosquitamuerta logsiano tan insidioso y sibilino como "suavón"...Son todo eso (y más), pero elevado a la enésima potencia.
    Miedo me da imaginar a un "experto" de este Movimiento tan transversal hablando de su sistema educativo ideal.

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    1. Esta claro, Rafa, que su valoración no es muy positiva...sobre TV3 y el tema catalán, mi opinión es que, sin compartir la cerrazón a "tratar" la cuestión y admitir una desavenencia con trasfondo político, no cuela que se trate de convencer a alguien de que una Cataluña independiente sería menos corrupta. Respecto a la posición de Podemos en relación con Cataluña o el País Vasco, yo diría que de momento es más bien "Posemos" y que, muy probablemente, cada vez serán más Posemos y menos Podemos. Conforme vayan ganando apoyo irán suavizando la pose. O quizás es al revés: conforme vayan suavizando la pose, irán ganando apoyo. Un saludo.

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  3. Coincido, amigo Alberto, en muchas cosas de tu análisis sobre Podemos, salvo en lo del rabo de Iglesias y sus correligionarios. Yo sí se lo veo, y es muy largo. Lo veo o lo creo ver, seamos prudentes. Estos son como los otros, los de ahora, como los que nos torean desde hace varias décadas. Yo también celebro el nerviosismo del PPSOE. Y tanto. Pero como Podemos también me pone a mí nervioso, mi alegría está lejos de ser completa. Mira lo que está pasando en Grecia con Sryza: ya ha pactado con la ultraderecha. Y estos, los de aquí, venderían su alma al diablo por seguir en el poder. Es una conjetura o un barrunto, ya lo sé, pero me baso, como tú mismo haces, en la ostensible marrullería de Iglesias y los suyos. Mis reparos respecto de Podemos son los mismos que tengo respecto de cualquier partido extremista, sea de izquierdas o de derechas. Sus ideas y propuestas iniciales (sí, ya han reculado de muchas de ellas) son tan peligrosas que, si se materializaran, nos mandarían a la ruina: el impago de la deuda, el espaldarazo al nacionalismo, la apertura de las fronteras, una renta universal sacada de ¿la chistera?, la eliminación de la prensa privada… Y si no se materializaran por infidelidad o incumplimiento, solo tendríamos en Iglesias a un corrupto al uso, de esos que tantos tenemos ya.
    ¿Malos? Sí, sin la menor duda para mí. Porque malo es quien no tiene la decencia ni la dignidad de condenar los encarcelamientos políticos que ha perpetrado Maduro en Venezuela. No condenar un delito tan grave es tan reprobable para mí como lo sería no condenar leyes racistas, por ejemplo. ¿Pero cómo puede ser que un partido que no condena moralmente la represión más abyecta tenga la posibilidad de ser una opción política en un país que se tiene por democrático? Aquí lo que está pasando es que este partido se está aprovechando del hartazgo que tiene la gente de la corrupción y miseria moral que asola al bipartidismo. Hartazgo más que justificado. Pero lo que no veo justificado, se mire por donde se mire, es darle poder (escaños siquiera) a una formación política con tan oscura prosapia ideológica y tan miserable reciedumbre totalitarista. Puestos a alegrarnos del nerviosismo de los dos grandes partidos, ¿daríamos por buena la presencia de un partido equivalente de extrema derecha? Me parece que no. Pues bien, yo abomino tanto de un extremo como del otro. Me gusta la simetría, qué le voy a hacer.

    Raus

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  4. Peino canas y ya no me creo que sea comestible cualquier hueso que me den o arrojen, por muy bonito que lo pinten en algún sentido. Iglesias me parece el mismo demonio. Lo siento. No más demonio que los Aznares o Zapateros, ciertamente, pero tampoco menos. Iglesias sabe mucho de mercadotecnia, de cómo vender un producto. No en vano, imparte clases del poder de la imagen, la publicidad y del poder del mensaje emocional. Nos viene hablando con la voz queda, y es de agradecer cuando lo que tenemos es un gallinero de bocazas que no se dan turno para exclamar el consabido “y tú más”. “Yo no te he interrumpido”. Oh, cómo me gusta este muchacho de tan agradables maneras. Hasta parece educado. Ya. Pecaré de suspicaz, no digo que no, pero para mí que la izquierda siempre ha tenido muy presente el deseo de hacer parecer que el otro, el contertulio de enfrente, pierde, a la mínima, las formas por su vena dictatorial, que arrebata la palabra al otro por su afán de imponerse a este por la fuerza. Esto, me temo, lo sabe muy bien Iglesias, quien, desde luego, no es tonto. De tonto nada. Tonto será quien crea que alguien que hasta ayer mismo alardeaba de ser trotskista hasta la médula pueda transmutarse en socialdemócrata de la noche a la mañana. No, lo que hace este pájaro de cuenta, o este camaleón de cuentos no es otra cosa que adaptar su rancio discurso a las circunstancias; y así como el pendientito sobra, sobra lo de declararse izquierdista radical, o comunista, no sea que los potenciales votantes reparen en que las musas políticas de este muchacho han dejado tras de sí mares de sangre inocente, represión, torturas y dogmas inconmovibles. Los dicho, a otro perro con este hueso.

    Saludos.
    Raus

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    1. El asunto de Venezuela (posterior a mi artículo) es de una gravedad indiscutible y descalifica, en mi opinión, a todo un partido. Uno puede defender los matices, los grises, la templanza y la necesidad de analizar cada asunto en su contexto y sin prejuicios, pero hay situaciones ante las que uno debe tomar postura de inmediato, sin ambigüedades y jamás ponerse de perfil. Esta era una de ellas. Dicho esto, debo decir que no me gustó la actitud de Nart (creo que la comentaste en casa de nuestro Guachimán) con la representante de Podemos en aquel programa de televisión (no recuerdo su nombre), lo que me permite ir al asunto de la impostura podemiana. Es verdad lo que dices: todo está muy bien estudiado. Y es cierto también que basta conocer el nivel medio de los tertulianos para dejarlos evidencia con solo un poco de calma, media sonrisa y esperando a que la espuma deje de salir por la boca del contertulio de turno. Básicamente es lo que hacen los políticos de Podemos: acuden a un debate, esperan a que "el otro" se ponga nervioso, pierda solo los papeles y recurren una y otra vez al "así no se puede debatir" y al "¿me dejas hablar?", dejando al contrincante como un ultrasur. Y esto habla mal de los contrincantes pero tampoco necesariamente bien de Podemos. Pero no es solo eso lo que me lleva a decir que estoy moderadamente contento por la irrupción de Podemos sino el hecho de que ha supuesto algo así como "una conmoción en la fuerza", que diría Obi Wan, porque los partidos tradicionales han adoptado incluso algunas de las propuestas (obviamente no las más descabelladas) de Podemos y al menos (es mi percepción) temen que haya otro partido político (tan partido político como los demás -ya no es, pues, un movimiento social o un grupo de indignados-) que tiene hueco, ya no en los medios (esto ya lo tenía Iglesias Jr, abonado a cadenas de un lado y del otro de la trinchera) sino en el Parlamento Europeo y, de momento, el andaluz, para atacarles, denunciar sus corruptelas, etc. Esto tendrán que aprovecharlo porque ya hemos asistido a casos dudosos de becas o facturas y posiblemente salgan cosas más graves porque el bipartidismo tendrá que reaccionar y lo hará, casi seguro, a las malas (ya lo está haciendo).

      Por lo demás, Antonio, me parecen mus acertados tus comentarios. Pero creo que Podemos no solo recoge el voto del que está harto de la situación y no se para a pensar si lo que Podemos ofrece es bueno o malo, sino también el de personas con solvencia intelectual que encuentran que su aparición puede suponer un punto de inflexión o que este voto de castigo puede ser en algún sentido útil. No es mi caso. Tengo muy claro que no votaré a Podemos (en realidad, tengo muy claro, casi casi decidido, que no votaré -una vez más-), como no votaría a un partido de extrema derecha tampoco. ¿Demonio? Si, como tú mismo explicas, lo es tanto como "los Aznares o Zapateros", de acuerdo. Lo que yo no encuentro sensato es que se afirme que es mucho peor que los otros por lo que podría hacer cuando ya sabemos lo que han hecho los otros. En cuanto a la mercadotecnia, aquí sí te digo que, si bien no hay partido político que no la tenga, Podemos gana por goleada. Y por supuesto gana a todos en el recurso a lo emocional (compárase con el bochorno que produjo Floriano con su "¿No nos habrá faltado algo de piel?") y se verá cómo son, estos de Podemos, mucho más listos en este aspecto. Pero esto, como a ti, a mí me producen mucha desconfianza, como me lo produce la oportuna adaptación ideológica y el vertiginoso tránsito hacia la socialdemocracia. No cuela, no, esto lo veo igual que tú.

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    2. A mí tampoco me gustó la reacción de Nart. Llevaba razón en lo que demandaba, pero perdió las formas. Cabe añadir que se trataba de una cuestión (los encarcelamientos políticos) de enorme gravedad. A mí también me hubiera inervado un tanto la indecente ambigüedad de la representante de Podemos, creo yo. Pero sí, no justifico a Nart.
      Estoy totalmente de acuerdo contigo en que Podemos no solo recoge el voto acrítico de muchos, sino también el de no pocas personas bien formadas que ven en este partido la oportunidad de sacudir un puntapié en las posas de los dos grandes. No negaré que, en ese sentido, es bueno y tentador, pero, como ya te he dicho, deploro por demasiadas razones a la extrema izquierda. Es magnífico que los dos gordos anden nerviosos, pero lamentable que lo estén debido a la emergencia de un partido comunista. Ambas cosas son ciertas y en ese tono gris estamos.
      También coincido en que estos no son peores que los que ya tenemos. Eso roza lo imposible. No son peores en lo personal, pero sí creo que algunas de sus ideas –no pocas- son más descabelladas de lo normal, que ya es decir. Bastaría con recordar su pretensión de estatalizar los medios de difusión. Es una barbaridad antidemocrática insólita. Otra cosa, muy distinta, es que luego, a la hora de la verdad se rajaran. Probablemente, haga como tú: no votar o votar en blanco. A Podemos y al PPSOE no les votaría bajo ningún concepto. Es una cuestión de principios. Jamás votaría, por poner un ejemplo que ilustre lo que quiero decir, a un partido declaradamente racista, incluso en el caso de que alguien me pudiera garantizar que ese supuesto partido podría sacarnos de la crisis. PP, PSOE y Podemos tienen para mí un defecto equivalente al racismo: son feministas de “género”, y esto para mí significa que están dispuestos a marginar y joder –hablando en plata- a media humanidad. Creo que se subestima, en general, el poder nocivo y destructor del feminismo de “género” y su crueldad para malograr vidas y hacer sufrir a mucha gente, no solo hombres: también a niños (es lo más injusto) y a mujeres que no tienen nada que ver con los dogmas misándricos que hoy dominan la vida política.
      Saludos.

      Raus

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    3. Pues poco puedo añadir a lo que dices, Antonio, salvo que ojalá podamos volver a ejercer el derecho al voto en algún momento. Un saludo

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