martes, 22 de septiembre de 2015

Vive la France pédagogique



La noticia saltó hace pocos días cuando la ministra de Educación Najat Vallaud-Belkacem explicó en Le Monde la reforma de los programas educativos que entrará en vigor el próximo curso 2016-2017, algunos de cuyos puntos han generado controversia en el país vecino. Ha dicho la ministra que su "interés fundamental es que el aprendizaje sea sólido" y que pretende "verificar que los alumnos repiten y memorizan para dominar los saberes fundamentales", lo que pasa por "el entrenamiento cotidiano desde la escuela primaria". Para Vallaud-Belcacem, en el actual sistema educativo los conocimientos se construyen "sobre arena".

Antes de proseguir con las reacciones que se están produciendo en la France, quiero adelantar mi postura absolutamente favorable al empleo del dictado y el cálculo mental en la enseñanza, infantil, Primaria y Secundaria. Y también quiero aplaudir las declaraciones de la Sra Vallaud-Belkacem. Que una ministra de educación aspire a un aprendizaje "sólido" (frente a los pedagogos que buscan el aprendizaje etéreo), ya de entrada reconforta. Que hable de "repetir y memorizar" y de una "pedagogía de entrenamiento cotidiano y repetición para consolidar los saberes más simples antes de desarrollar los más complejos", resulta casi estremecedor. Por otra parte, cuando habla de conocimientos que se construyen "sobre arena" no podemos evitar pensar en el mainstream pedagógico patrio y volvernos un poco Trueba (solo un poco). Vaya, que una ministra así querría para "aquí" o si no un traslado a París para mí (a Wert se lo han concedido). Con este tipo de planteamientos, uno abrazaría la fe pedagógica de inmediato. "Entrenamiento cotidiano y repetición para consolidar  los saberes más simples antes de desarrollar los más complejos". No es extraño que tal discurso haya provocado una conmoción en el Parlamento. No quiero pensar lo que habría ocurrido aquí. Seguramente un cataclismo.

Siguiendo con la polémica, no puedo sino compartir, frente a la posición de los conservadores, la del Primer Ministro Manuel Valls, quien se preguntaba en una tribuna en el diario "Libération", recordando que los últimos informes de la OCDE tachan la educación francesa como una de las más desiguales de Europa: "¿cómo aceptar que un niño en una familia modesta tiene menos posibilidades de triunfar que un niño criado en una clase social más aventajada?". En la respuesta a esta pregunta, en el rechazo de esta posibilidad está, tal y como yo la entiendo, la razón de ser de una educación pública excelente.

La derecha francesa, mientras, tilda  la reforma de "mediocre" y de buscar una "igualdad a la baja" que no parece corresponderse con lo expresado por la ministra de Educación. Así, Bruno Le Maire, también en "Libération", acusaba a la izquierda de querer llevar a todo el mundo al 'Baccalauréat' [Bachillerato], cuando, según él, lo importante no es que lleguen sino "que consigan empleo". La "tasa de empleo" es lo primordial, para Le Maire. No puedo rebatir la necesidad de fomentar el empleo ni lo absurdo de que los alumnos lleguen a Bachillerato por llegar (¡qué nos van a contar a nosotros, el país de la promoción automática!), la importancia de que los jóvenes accedan al mercado laboral. Pero entiendo que deben acceder bien formados y que esta formación no puede estar únicamente orientada a lo técnico-profesional. Es decir: no es incompatible (o no debería serlo) el dominio de los saberes fundamentales con la inserción laboral.

Vayamos ahora con las principales novedades de la "refundación de la escuela" a la que aspira Madame Vallaud-Belkacem. Se basa en: el dictado, los ejercicios de cálculo mental y las lecturas obligatorias, a diario, en la Escuela Elemental, que corresponde a la Educación Primaria en España (de 6 a 12 años).

Respecto al cálculo mental, no debería ser necesario defender el aprendizaje de los números y el cálculo numérico como algo de vital importancia durante la formación y también en la vida cotidiana. Se suele objetar, en relación con este asunto, que un alumno no necesita aprender la tabla de multiplicar porque puede usar la calculadora, despreciando así la importancia de ejercitar la memoria, la concentración o la atención, conceptos estos también hostiles para el pedagogo posmoderno. Y no se trata tanto de hasta dónde puede llegar un alumno mediante el cálculo mental, no hablamos de competitividad o de prepararlos para un concurso televisivo sino precisamente de los beneficios que proporciona su práctica, del provecho que se obtiene de toda aquella actividad que estimula y favorece el ejercicio intelectual.

En cuanto al dictado, ¿de veras puede alguien repudiar el empleo de esta gran herramienta con un mínimo de seriedad y con argumentos consistentes?  Tan obsesionados estamos con facilitarlo todo, con apostar por el aprendizaje divertido (como si todo pudiera aprenderse de forma placentera, como si el esfuerzo solo pudiera desarrollarse previa motivación, como si el hecho de aprender algo que uno no sabe no fuera suficiente incentivo), tan interesados en confundir de manera intencionada la ejercitación de hábitos indispensables con la manida frase "la letra con sangre entra", tan innovadores queremos ser... que terminamos desechando lo que la tradición tiene de positivo.

- Es que el dictado no es un método innovador.
- Pero, ¿funciona?
- Pero es que no es divertido.
- Entonces, ¿qué queremos, que nuestros alumnos aprendan o que se diviertan?

Practicar dictados, copiar las faltas de ortografía en un cuaderno para fijarlas en la memoria (¡¡la memoria!!) y no cometer más los mismos errores es fundamental. Se está pidiendo al docente que innove, que empatice, que entretenga, que motive... cuando lo que se le debe exigir es que sepa expresarse, transmitir, dictar, entonar para que esta entonación se refleje en la puntuación y los alumnos aprendan a usarla correctamente... Cuando un alumno copia un dictado y lo corrige en clase, casi sin querer ha leído el texto tres veces; no solo ha trabajado la ortografía sino que también ha comprendido el significado de las palabras, ha favorecido la caligrafía (¡¡caligrafía!!). El dictado puede dar pie después a una redacción que el propio alumno puede continuar para practicar la coherencia en la escritura. Etcétera.

Escribía Antonio Gramsci, en una carta sobre la ortografía [1]:

Queridísimo Carlo, [...] Besa mucho a Edmea de mi parte y [...] dale las gracias por sus expresiones muy gentiles y muy bien dichas. Pero me parece que, aunque compone bastante bien y sabe poner en frases espontáneas y vivas sus sentimientos, comete un número de penosas faltas de ortografía demasiado grande incluso para una escolar que está apenas en tercero. Debe de ser poco atenta y siempre con mucha prisa: pienso que, incluso, al hablar parecerá algunas veces un torbellino y se comerá la mitad de las palabras, tragándose la erre con particular gusto. Es necesario estar atentos para obligarla a hacer los deberes con diligencia y con mucha disciplina. En las escuelas sardas de aldea sucede que una niña, o un niño, que en casa ha sido acostumbrado a hablar el italiano (aunque poco y mal), por este mero hecho se encuentra que es superior a sus condiscípulos, que conocen sólo el sardo y, por consiguiente, aprenden a leer y a escribir, a hablar, a componer en una lengua completamente nueva. Los primeros parece que sean más inteligentes y despiertos, aunque a veces no es así, y por eso en la familia y en la escuela se desatiende el habituarlos al trabajo metódico y disciplinado, pensando que con su “inteligencia” superarán todas las dificultades, etc. Ahora bien, la ortografía es precisamente el puente de asno de esa inteligencia. Si Mea no estudia bien y no se corrige de esta deficiencia, ¿qué se podrá pensar de ella? Se pensará que se trata de una de esas niñas que llevan lazos en el pelo, los vestiditos bien planchados, etc., y luego llevan las braguitas sucias. Díselo con cierto tacto, para no causarle demasiado disgusto. Su figurita no me gusta en absoluto: no hay ni pizca de espontaneidad ni de gusto. Sin embargo, estaría muy bien que aprendiera un poco de dibujo. [...].


[1] ["La educación de Edmea y sus problemas con la ortografía". Elogio de la diligencia y del trabajo metódico y disciplinado. Carta nº 135. 31 diciembre 1928. La traducción es de Salustiano Martín, a quien agradezco la difusión de esta carta.]

2 comentarios:

  1. ¿"Trabajo metódico y disciplinado"? ¿Pero ese Gramsci quién es, un "facha"? ¿Es que no ha oído hablar de motivación, refuerzo positivo, aprendizaje emocional y playlist de la clase? Amigo mío, te consideraba más progresista e innovador, pero después de citar a este tipo y defender los dictados y el cálculo mental (¿para qué queremos eso, si tenemos la calculadora y el corrector ortográfico?) me has decepcionado seriamente.

    ResponderEliminar